SANAR EL CORAZÓN
SANAR EL CORAZÓN
EN BUSCA DE LA PAZ INTERIOR
Matilde Eugenia Pérez Tamayo
El sufrimiento físico y espiritual, es un misterio. Un misterio que nos toca profundamente a todos los seres humanos. Un misterio que tenemos que aceptar, porque es ineludible para todos; nadie puede escapar al sufrimiento por muy intensamente que lo desee y por mucho que luche para conseguirlo.
“Entender” el sufrimiento, en la medida de lo posible; “comprenderlo” en lo que él es, conocer cuál es su origen, dónde nace, por qué existe, cómo se comporta, cómo afecta nuestra vida, qué sentido podemos darle, qué valor tiene, es el comienzo de la salud del alma, de la sanación del corazón y de la vida entera, y ésta lo es, a su vez, de la paz interior que todos necesitamos y buscamos.
Un corazón sano, sin heridas profundas y sangrantes, es principio, fundamento de la paz interior del individuo y de su equilibrio emocional, que regula y orienta sus relaciones consigo mismo y también sus relaciones con los demás, y con Dios.
Muchos corazones sanos, sin heridas que sangren, sin cicatrices que se inflamen una y otra vez, hacen comunidades pacíficas, solidarias, integradas, maduras, capaces de solucionar sus problemas y de enfrentar todas sus diferencias, sin acudir a la violencia que destruye todo lo que toca; comunidades capaces de ir más allá de ellas mismas y de los hechos de su historia, de encontrar nuevos rumbos y de establecer nuevos propósitos.
Pero alcanzar la sanación del corazón, sanar el alma, sanar la vida, no es cosa fácil; al contrario, algunas veces es más difícil de lo que podemos imaginar. Sin embargo, es perfectamente posible, sólo hace falta un poco de buena voluntad, una clara decisión para conseguirlo, y una buena dosis de esfuerzo personal de parte nuestra, y, por supuesto, también la ayuda de Dios que no puede faltarnos, porque Él es el mejor médico y también el mejor sicólogo. En Él y con Él es posible superar todo dolor, todo sufrimiento por grande y profundo que sea, y darle un sentido superior.
El objetivo central de estas reflexiones es motivarnos positivamente a todos a:
1. Dar un sentido a los sufrimientos que padezcamos – los que tenemos en el presente y los que vengan -, y luego a sanar las heridas de nuestro propio corazón, perdonándonos a nosotros mismos, a los demás, y perdonando a la vida lo que sintamos que está mal y que nos hace sufrir;
2. Asumir con valentía y con amor lo que no podemos cambiar en nuestra historia personal y en la historia del mundo;
3. Buscar siempre y en todo la paz interior y la sana convivencia con quienes están cerca, perdonando lo que tengamos que perdonar;
4. Y también a ser promotores del perdón y la reconciliación en el grupo social en el que cada uno de nosotros se desenvuelve: en nuestra familia, en nuestro lugar de trabajo, entre nuestros amigos y vecinos, para que un día se haga realidad entre nosotros la verdadera fraternidad que Jesús – nuestro hermano mayor, enviado por el Padre – nos enseñó.